El hachador, alma en pena que castiga a quienes no respetan la Semana Santa

El chas, chas, chas del corte de leña en horas de la madrugada, en una quebrada, retumbaba en los oídos de Rodolfo Bonilla (Popo) mientras aceleraba el paso, después de ver pasar por su lado y el de su prima Leida Rodríguez el ánima del Hachador, cuando regresaban a sus casas, pasadas las dos de la madrugada. Regresaban de apostar jugando al dominó un Viernes Santo hace unos 12 años en la población de Hipopal, comunidad en la zona limítrofe entre los municipios del estado Lara: Jiménez y Torres.

Leida recuerda, como si fuera ayer, ese viernes Santo cuando llegó a la casa de su hija en Hipopal. Su primo Popo la invitó, en la noche, a jugar dominó. Allí se jugaba por plata. Para llegar a la casa de su tía, donde había otras personas apostando con cartas y otras actividades de azar, tenía que atravesar una quebrada seca y amplia. El camino, que aún se conserva igual, es de tierra; solo los cujíes delimitan el recorrido y la luz de la luna ilumina los 500 metros que separan una casa de la otra.

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Él me dijo: ‘Serás mi pareja en el equipo de juego’. Nos sentamos. Empezamos ganando, luego perdimos dos o tres veces, pero yo le dije: ‘No, Popo, ya sabes, vamos a ponernos las pilas porque tenemos que ganar’. Entonces volvimos a jugar y a ganar. Y eso fue ganar y ganar y ganar. Nadie nos paraba de la silla. Yo le digo: ‘Popo, ¿qué hora es?’. ‘Temprano, es temprano’, me decía. Y seguían jugando y ganando.

Ya en la madrugada, además de los pocos que quedaban jugando, no se escuchaba nada. De repente, se oyó cantar un gallo. Leida preguntó la hora, y uno de los que estaban parados respondió: «La una y media». Ella le dijo a Popo: «Vámonos, porque mi hija me va a cerrar la puerta»

Popo no se quería ir, pero Leida le pidió que tomara el dinero que habían ganado, que se despidiera y que regresaran a casa. “Cuando íbamos llegando a la quebrada, de repente, vi que alguien con una franela blanca nos pasó, por un lado, y sentí un escalofrío muy extraño. Creí que podía ser por la hora”, dijo ella.

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A Leida, el hombre le llamó la atención porque iba para la quebrada y le dijo a su primo: “¿Viste por dónde va? Por aquí, pa’ la quebra’, pa’ allá, pa’ abajo. Uy, yo no estoy loca” sin saber que se trataba de el hachador. Popo solo la escuchó y no dijo una sola palabra, solo aceleró el paso. Al rato oyeron: “chas, chas” y ella exclamó: “¡A quién se le ocurre cortar con un hacha ahorita!”. Él no le respondía, caminaba rapidito. Ella corría detrás de él, cuando se escuchó cómo cayó un árbol. “Viste, Popo, el hombre estaba cortando un palo”, pero los golpes se escuchaban cada vez más cerca.

Llegaron a sus casas, muy cercanas. Él no esperó a que ella entrara, sino que se fue directamente a la suya. Por la mañana, le dijo que el hombre que se encontraron en el camino era un ánima en pena, el Hachador, un espanto que salía en Cuaresma, y que él no iba a esperar a que le hiciera algo, por eso entró a su casa lo más rápido que pudo.

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Leyenda del hachador trasciende el territorio nacional

Esta Leyenda recorre los llanos venezolanos y hay quienes aseguran que cuando este espectro aparece se debe rezar el Credo de los Apóstoles y regresarse para evitar que el ánima le haga daño.

Antes, la gente decía que incumplir las tradiciones durante el tiempo de pasión, muerte y resurrección de Jesucristo era faltar a la palabra de Dios. Según cuenta el cronista del municipio Torres del estado Lara, Luis Eduardo Cortés, durante la Cuaresma, los abuelos decían que no se podía hacer mucho. No se podía cortar nada con cuchillo o tijeras, pues eso representaba cortar el cuerpo de Dios.

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Creencia según la cual un leñador que, según Cortés, vivió en el siglo XX, decidió no hacer caso y salió un Viernes Santo a cortar madera para hacer su propia urna. Su desobediencia habría sido castigada y, desde entonces, su alma fue condenada a penar, con mayor fuerza, después de las fiestas de Carnaval, siendo conocido como el Hachador cuando inicia la Cuaresma, para desventura de quienes deciden recorrer los caminos de los campos y bosques en horas nocturnas.

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