Ante los 57 años de El Informador
Un día de 1983, tuve ocasión de acompañar a mi abuelo Rafael Miguel López, a casa del Cronista Oficial de la Ciudad, Hermann Garmendia, en la oportunidad en que se reunieron con el objeto de concretar el prólogo del Cuaderno de Música, que estaba por imprimir titulado: “Melodías Larenses para Canto y Piano”, que Hermann de muy buena manera aceptó prologar. Esa visita, fue mi primer contacto con Garmendia, un periodista de una gran genialidad intelectual, cuya versatilidad en la escritura lo llevó a dominar la poesía, la prosa, el periodismo en todas sus fuentes informativas y el relato histórico, especialmente la crónica.
De aquel primer encuentro aunado a la cercanía de mi casa con la suya, fue estrechándose el acercamiento entre el renombrado cronista y mi persona y yo ya en mis mocedades, había comenzado a reunir de los álbumes de las fotos familiares, las gráficas que narraban con sus imágenes acontecimiento de la ciudad unas, otras congelaban en el tiempos distintos aspectos urbanos de la ciudad y en consecuencia de formas y modos de vivir y actuar, desde los postes de madera con su farol de carburo, las angostas calles de casas cuya fisonomía mostraba el alero sentimental que daba sombre en la tarde y guarecía de la lluvia al transeúnte, con los amplios portones que aseguraban el zaguán hasta el anteportón con su calado morisco en la parte superior, mientras las ventanas con sus barrotes rematados en puntas de lanza en la parte superior, estaban provisto de la celosías o romanillas como también se les decía, que impedían ver de la calle hacia dentro, pero si permitía ver del interior hacia la calle.
Esas fotografías, una vez organizadas cronológicamente, fueron el vaso comunicante entre quien les escribe y Hermann Garmendia, pues empezaron a ser material propicio para su pagina semanal “Crónica de la Nostalgia” que abría todos los lunes el cuerpo “C” del Diario El Informador. En ese ir y venir, compartí mucho en su casa y disfruté de sus jocosas ocurrencias y compartí igualmente en amenas tertulias con figuras como su condiscípulo del Colegio La Salle el Dr. Alberto Silva Álvarez, con el Prof. Marcial Piña Daza, su cuñado Ramón Díaz Lugo, amigos suyos entrañables como el Prof. Francisco Reyes García y los periodistas Esteban Rivas Marchena, Manuel Felipe López, Fulgencio Orellana, Manuel Antonio Pérez Díaz, José Juan Delgado, Elides Rojas, José Antonio Peña, Joaquín J. Carrera, Rafael Palacios López, Alejandro Rojas, Amado Terán, Otto Sivinades Lira, Adolfo Barraez, Eleazar Arce, “Pepín” Martínez Hidalgo, Raúl Omar Aveledo y Rafael Montes de Oca Martínez entre otros.
A la vuelta del tiempo, un buen día de 1989 Hermann Garmendia, me propone que sea su secretario, es decir, el Secretario del Cronista Oficial de la Ciudad y desde ese entonces fui enrolado en estas lides, teniendo así mi primer contacto con el Diario El Informador y el formidable equipo humano que desplegaba todo lo mejor de su bagaje humano para desgranar con fácil acento, todo un aquilatado profesionalismo en cada centímetro por columna, que se llenaban en cuartilla impresas en papel periódico con las 25 líneas enumeradas y los márgenes preestablecidos con tinta azul, mediante el teclear de las máquinas de escribir mecánicas, que como un rumor invadía la redacción con su largo pasillo central flaqueado de lado a lado por los cubículos de los periodistas, entre ellos Mario Daboín, Ivan Claudio, Alexis Orellana, Ramón Lorenzo Vargas, Reinaldo Gómez, Milagros Castro, María del Rosario Jaimes e Ivonne Briceño entre otros, siendo el Jefe de Redacción Altidoro Giménez y el Jefe de Información Rafael Jorquera a cuyas oficinas se anteponía el cubículo de diagramación a cargo de Jonny Acosta y Carmen Lucena, mientras que en el archivo de fotografía estaba Enma Torres, Saúl Mogollón y ….
Con ese equipo me inicié en El Informador, a raíz del fallecimiento de Hermann Garmendia, publicándose nuestra primera página el lunes 28 de mayo de 1990, titulada: “Tributo a Hermann Garmendia” aun con el nombre de “Crónica de la Nostalgia”, que finalmente quedó como “Reseña de la Añoranza” nombre que registramos en su oportunidad. Desde entonces 35 años han pasado de los cuales 22 fueron en El Informador, es decir hasta el 2012, para retornar ahora en el año 2023 a El Informador Venezuela en su versión digital en la web, donde domingo a domingo seguimos la prolongación de la huella que dejara en nosotros Herman Garmendia y que alimentara y estimulara tanta genta que ya no esta y que en su momento contribuyeron de manera sustantiva a la consolidación de esta publicación, que el próximo 28 de mayo arriba a sus 35 años dentro de los 57 de esta casa editora.
El Diario El Informador, nace como una iniciativa del Dr. Eduardo Gómez Tamayo, un apasionado del periodismo desde sus días en el Colegio La Salle de Barquisimeto, donde fungirá como Director de la Revista Vanguardia fundada en 1936 por los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Luego El Informador pasa a la carrera 22 entre calles 36 y 37, al edificio que fuera primero del Laboratorio de los Romero Antoni y que a la postre fue la Editorial Nueva Segovia. Allí se instalará la primera rotativa propia del periódico y de este sitio, volverá a mudarse, esta vez para su actual sede en el ángulo suroeste de la hoy carrera 21 con la calle 23, construido originalmente por el empresario Cruz Duque para su fábrica de galletas El Ávila y que desde 1952 funcionaba en la esquina sureste de la actual carrera 15 con la calle 36.
Desde entonces, esta edificación ha sido la sede de esta prestigiosa casa editorial que impuso el color en la prensa impresa y democratizó la información, donde todos tenían cabida, como la siguen teniendo hoy sin distinguido de clase, raza o credo. Son 57 años marcando pauta en el suministro diario de información, a través de un periodismo siempre de vanguardia, de especial atención a las clases populares y sus problemas, dramas o afecciones. Son más de cinco décadas palpitando como vaso comunicante entre la sociedad y los órganos gubernamentales, las instancias de poder, como tribuna de los voceros naturales de las comunidades, gremios e instituciones en cualquiera de los vértices que constituyen una ciudad y una entidad federal.
En estos 35 años, hemos estado trabajando con la crónica y el relato histórico, con la sana critica que se desprende de alguien que ama la ciudad y desea los mejores parabienes para ella, que es los mismo que para con su gente, ya que estoy convencido que si todos nos diéramos a la defensa del terruño, si pusiéramos nuestra fe y nuestra esperanza en el futuro de nuestro pueblo, llámese patria chica o la gran patria grande que es el país nacional, el país indudablemente tendría formidables asideros donde descansar su progreso y su empinamiento hacia altos minaretes de desarrollo y prosperidad para desde allí deslumbrar con su gente y con su paisaje otras latitudes del mundo.
Para ello, la honestidad tienen que ser una constante inconmensurable, como fundamento de la virtud pública, tan necesaria para la sana administración de los recursos gubernamentales en beneficio de todos los venezolanos, donde debe haber un culto a “…la consagración del trabajo como virtud suprema y como supremo título de mejoramiento humano y en patrimonio de autoridad moral e histórica que ganaron los venezolanos, conducidos por Simón Bolívar, en la empresa emancipadora del Continente Americano…” como lo bien lo expresaba la “Declaración Preliminar” de la Constitución de los Estados Unidos de Venezuela de 1947.
El Informador a lo largo de 57 años, ha contribuido con la información y formación a que está llamado un medio de comunicación, tal como lo reflejaba en sus palabras el periodista Manuel Felipe López, autor de la página “El País, la Ciudad y su Gente” en este mismo diario y que era vecina a la mía, cuando el 27 de junio de 1990 su voz desde la tribuna del Salón de Sesiones del Palacio Municipal de Iribarren, hablaba en representación de sus colegas, aquel Día del Periodista: “…Hoy esta tribuna se ha hecho demasiado grande pero generosa para recibirnos a nosotros (…) Hoy es Día del Periodista. De ese hombre o mujer que en le ayer autodidacta le dio rienda suelta a su vocación y con espíritu honesto, serio y sumamente inteligente, llenó un buen trecho de la historia de nuestro periodismo en cuyas páginas resaltan nombres y apellidos que son blasón adquirido en las editoriales donde el olor a tinta es aroma que ensalza el espíritu y eleva la vocación. Hoy, en cambio, nos ha dado la Universidad jóvenes que inquietos y deseosos cada día de ser mejor, tienen la alta responsabilidad de escribir otras páginas que superen el ayer…”
El Informador es sin discusión alguna, “…un referente de información, análisis y opinión para aquellos lectores interesados en la rigurosidad, exhaustividad y seriedad en el tratamiento de las noticias…”, como lo dice la nota que a tal efecto ha sido publicada y a lo cual nos sumamos sin objeción alguna, porque de alguna manera hemos sido testigo de excepción de ese proceso de crecimiento y desarrollo.
En nuestros días, es menester rememorar la figura del Dr. Eduardo Gómez Tamayo, auténtico “paladín del periodismo”, como lo señalara acertadamente el licenciado Lázaro Aranguren, al referirse a su entrega plena en pos de la consolidación de EL INFORMADOR, así como su esposa la señora Mariela Sigala de Gómez Tamayo que como presidenta, mantuvo el legado de su esposo el cual permanece hasta el presente …sorteando los desafíos propios de una sociedad cambiante…
Formar parte del equipo de este órgano informativo, sin duda es motivo de satisfacción y de orgullo, son 57 años de una trayectoria admirable a la vanguardia de la tecnología y de las nuevas formas comunicacionales que los nuevos tiempos van imponiendo, desde los días de la diagramación manual en una hoja del tamaño del periódico demarcados en ella los centímetros por columna, donde con creyones de colores se plasmaban los porcentajes en que iría el tamaño de la fotografía y con base a ello el tamaño de la letra, con títulos, subtítulos y texto de entrada como llamados que invitaban a leer el contenido de la noticia, el reportaje o trabajo especial publicado. La política editorial era ser los más explícitos posible en el menos número de palabras, trabajar con bloques de contenido para dinamizar la diagramación de la página en nuestro caso y la ubicación y preponderancia de las gráficas ilustrativas, ya yo tenía calculado que podía incluir cinco fotografías a buen tamaño con una destacada, con sus respectivas leyendas, ello como ilustración de un texto no mayor a siete cuartillas.
Luego en el departamento de fotomecánica, se armaban las maquetas que más tarde pasaban al proceso “fotomecánico” necesario para la elaboración de los juegos de películas, que equivalían a cada color a ser impreso (Cian, Magenta, Yellow and Blak). A cada película también se le llamaba fotolito. Seguidamente las películas eran montadas por cada color, en un astralón al formato final de impresión, que a su vez se usaba para grabar las planchas que iban al proceso de impresión, como lo refiere el trabajo en línea titulado: “La evolución de la fotomecánica y el fotolito” publicado en la web por el portal “Red Gráfica Latinoamérica” (2009).
El Informador, sigue fiel a los postulados legados por el Dr. Eduardo Gómez Tamayo, para quien el diario fue pasión, como lo es el de ser un medio de comunicación abierto a todas las tendencias políticas, al servicio de las comunidades, de los gremios, instituciones, fiel defensor del sistema democrático y el respeto pleno al derecho a la información y la libertad de expresión. Por ello bien vale el justiciero homenaje a su memoria, cuya figura de abogado, empresario y visionario, lo hizo convertirse en artífice de la consolidación del periódico que bajo sus riendas se catapultó como líder en circulación a nivel regional, con proyección nacional. De la misma forma, vaya el homenaje a la memoria de la señora Mariela Sigala de Gómez Tamayo, quien tuvo la firme determinación de darle continuidad al legado de su amado esposo e indiscutible propulsor de este rotativo, asumiendo con gallardía la presidencia para prolongar esa notable huella, que hoy día mantiene la tradición familiar al ejercer la presidencia la Lic. Chepita Gómez de Gill.
En la composición gráfica que ilustra la crónica de la entrega de hoy, hemos tratado de resumir la visión de nuestros 35 años dentro de la empresa, en estos 57 años, atrás ha quedado el teclear de las máquinas de escribir, que aun cuando entramos nosotros hace siete lustros era sonido que ensalzaba el espíritu y elevaba la vocación, ahora los modernos ordenadores, con avanzados programas especialmente diseñados para el desenvolvimiento material del periodista y el procesamiento de la información de forma gráfica, son el pan de cada día en las redacciones de los diarios, donde en la utilización de avanzados servidores, se monta y transmite a la web el Informador Venezuela, para consumo del mundo a través del ciberespacio. Sin embargo, todo este alarde tecnológico no ha desviado el fin que instauró el Dr. Eduardo Gómez Tamayo, el que la información no tenga distingos de clases sociales, ni de color político, ni de credo.
Pues bien amigos lectores, este ha sido en breves líneas la historia de El Informador, donde hemos hecho escuela también nosotros dentro de estos 57 años, en una semblanza tan vez muy sucinta y personal, pero válida como la visión de un testigo de excepción de 35 años dentro de los 57 andados por este rotativo. Para toda la familia de El Informador, desde su junta directiva, periodistas, técnicos, personal obrero, administrativo y de seguridad….
Feliz Aniversario…
Barquisimeto, domingo 2 de febrero de 2025.
Fuentes Consultadas:
Aranguren, L. (2025) 57 años de El Informador: Un legado que trasciende fronteras. El Informador Venezuela. [Artículo en Línea] Disponible en: https://elinformadorve.com/30/01/2025/destacada/57-anos-de-el-informador-un-legado-que-trasciende-fronteras/
Red Gráfica Latinoamérica (2009). La evolución de la fotomecánica y el fotolito. [Artículo en Línea] Disponible en: https://redgrafica.com/la-evolucion-de-la-fotomecanica-y/
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