Francisco Gil: Un protagonista olvidado

Los socios del Central Pastora, que al mismo tiempo son los productores que arriman la caña a la industria, están orgullosos de su historia y de los hombres que hicieron posible la creación y desarrollo de esta empresa, a tal punto que encargaron al historiador Juan María Álvarez les hiciera un libro donde se enalteciera la gesta de los fundadores, orgullo que ostenta Javier Riera ya que durante su Presidencia se concretó esta idea.

Pero con este libro no acaba su culto al trabajo que iniciaron sus ascendentes y así tenemos que sobre las vidas de José Alejandro Riera, Augusto Álvarez y Ricardo Riera Herrera, cada familia tiene un libro para consumo de la posteridad, donde consta el esfuerzo realizado para fundar Los Aranguez, Boraure y La Pastora y Los Caños, haciendas que en su conjunto arriman importante cantidad de caña al  Central.

                        EL MUSCULO INOLVIDABLE   

Pero están conscientes los socios del Central Pastora que junto a los dueños de núcleos productivos estuvo gente muy valiosa sin los cuales no hubieran tenido el éxito logrado. Uno de ellos es Francisco José Gil, hijo de José Félix Álvarez y de Evangelista Gil, por tanto sobrino de Augusto Álvarez y pariente de José Gil Fortoul por parte de su madre.

El, junto a otros grandes hombres de trabajo inteligente, fueron la columna vertebral del auge de la cañicultura en el piedemonte andino del Municipio Torres. Junto al nombre de Francisco Gil hay que recordar el de Enio Pascoli, Andrés Carrasco, Natividad Medina, Martin Orozco, Rigoberto Oropeza, Teodosio Chaviel, Juan Camargo y muchos otros que fueron pilares sobre los cuales se montaron las iniciativas de progreso en la zona llamada la vereda.

                          TRATO JUSTO A LOS OBREROS

Refiere Don Francisco Gil que desde su fundación las haciendas ubicadas en la vereda le dispensaron un trato justo a los trabajadores, les facilitaban casas donde vivir y ganaban acorde a los salarios de esa época, aunque siempre ha existido mucha pobreza en las zonas rurales, acota, para ubicarse en el contexto amplio de las realidades sociales.

 

Yo trabajé varios años como encargado de Boraure, hacienda de Orlando Álvarez Perera. Siempre mantuve buenas relaciones. Un día Enio Pascoli nos dijo que le enviáramos solamente 120 toneladas de caña y no 400 como siempre mandábamos, en razón que estaban arreglando unas maquinas, así procedimos. Al otro día llego Orlando y dispuso una quema para nuevos cortes y yo le advertí que no lo hiciera porque había mucho viento y la candela haría estragos, no me hizo caso y el fuego arraso con tablones enteros y hasta un camión quedo inservible. Hasta ese día trabajé en Boraure porque no se tuvo en cuenta mi opinión.

                          OTRA VEZ EN CURARIGUA

Luego volví a Curarigua a trabajar con Germán Herrera en La Rinconada, pagaba poco pero allí en mi pueblo me sentía cómodo. Ya tenía mi familia en Carora pero pasaba la semana de trabajo en Curarigua, con el olor de los trapiches, sus noches frescas con reuniones entre amigos y con posibilidad de emprender otras actividades.

Gracias a Dios todos mis hijos estudiaron y se graduaron, son profesionales muy competentes y yo estoy muy orgulloso de ellos, porque son gente de bien, de trabajo, honorables y con alto sentido de la responsabilidad. JER

 

LA

 

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